Cada 3 de julio, el mundo recuerda una realidad que ya no podemos ignorar: el daño que generan las bolsas de plástico de un solo uso. El Día Internacional Libre de Bolsas de Plástico busca concientizar sobre esta problemática y promover alternativas más responsables y sostenibles.
Estas bolsas, aunque se fabrican en segundos, tardan entre 150 y 300 años en degradarse. La mayoría no se recicla ni reutiliza: se desechan tras pocos minutos de uso y terminan en vertederos, ríos u océanos, afectando la vida de miles de especies animales y generando microplásticos que incluso ya están presentes en nuestros cuerpos.
Según estimaciones de la ONU, cada año se usan hasta 5 billones de bolsas de plástico en el mundo. Si infláramos todas, llenarían más de 3,300 estadios de fútbol. Esta producción masiva comenzó en la década de 1960, cuando el polietileno, descubierto en 1933, comenzó a utilizarse para fabricar bolsas cada vez más livianas y económicas. Lo que en un principio fue una solución práctica, terminó convirtiéndose en un grave problema ambiental.
La conciencia global tardó en llegar. Fue hasta 1997 que el investigador Charles Moore descubrió la Gran Mancha de Basura del Pacífico, una isla flotante de desechos plásticos en medio del océano. Y en 2002, Bangladesh se convirtió en el primer país del mundo en prohibir las bolsas plásticas, al descubrir que obstruían los sistemas de drenaje y agravaban las inundaciones.
Desde entonces, cientos de ciudades y países han seguido este camino. En México, al menos 20 estados han implementado regulaciones para prohibir o restringir su uso. En Quintana Roo, la Ley para la Prevención, Gestión Integral y Economía Circular de los Residuos entró en vigor en junio de 2019, prohibiendo bolsas plásticas, popotes y unicel de un solo uso en toda la entidad. Esta medida representa un paso importante hacia la protección del entorno natural, especialmente en una región con ecosistemas tan frágiles como los arrecifes, cenotes y selvas.
Reducir el uso de bolsas plásticas es una acción simple con un gran impacto. Por cada bolsa que evitamos, se reduce el consumo de combustibles fósiles, bajan las emisiones de gases de efecto invernadero y se genera menos basura. Apostar por bolsas reutilizables de tela, malla o materiales compostables no solo cuida el medio ambiente, también promueve una nueva cultura de consumo más consciente.
En un mundo que busca alternativas sostenibles, las decisiones cotidianas marcan la diferencia. Un cambio de hábito puede parecer pequeño, pero si lo adoptamos colectivamente, será un respiro para nuestro planeta.